Prácticas conservadoras en sociedades libertarias

A raíz de mi publicación sobre las diferencias entre el mutualismo y el amplio espectro del libertarismo de izquierda, surgieron algunos cuestionamientos sobre si se puede ser conservador en una sociedad mutualista. Aquí quisiera acentuar un poco ese punto.

Primero se debe entender qué es el conservadurismo a nivel político, y con esto, hablamos de la práctica reaccionaria a mantener el orden institucional establecido frente a propuestas que se consideran perjudiciales a futuro. Es decir que no existe algo dentro de las ideologías llamado “conservadurismo”, sino que el sentimiento conservador siempre depende de lo que ocurra en el entorno, no es algo que existe en sí mismo. Se puede ser monárquico conservador, liberal conservador, socialista conservador e incluso, ¿anarquista conservador? La verdadera problemática es ¿Cómo las prácticas conservadoras entran en conflicto con los principios de mis ideas?

Obviamente a un republicano le es más fácil ser conservador que a un liberal o a un anarquista, por el contrario, un anarquista conservador suena muy contradictorio y es que es, algo contradictorio. Un anarquista por definición, no puede ser alguien conservador. Sin embargo, un anarquista también es alguien que convive con las ideas, sentimientos y costumbres de las sociedades. Es en este particular sentido, donde los anarquismos y sobre todo, el mutualismo, entra en un punto de inflexión.

Por ejemplo, si formamos un sindicato de trabajadores, debemos tener muy claro que gran parte de esos trabajadores tendrán algún apego a sus tradiciones, lo mismo si formamos una federación barrial o una cooperativa de artesanas. Muchas de estas personas continuarán siendo creyentes religiosas e idealistas de la familia tradicional occidental. Entonces estas prácticas necesariamente nos llevan a algo de negociación.

En una sociedad libertaria se da por hecho que no puede haber condiciones que incentiven instituciones coercitivas como una iglesia. Pero un oratorio, un grupo de reflexión o un voluntariado misionero, no necesariamente tienen que ser instituciones coercitivas, al contrario, en algunos casos he visto en estas prácticas, más autogestión y apoyo mutuo que en círculos anarquistas.

Lo mismo pasa con la familia tradicional, habrán quienes sientan deseos de la libertad de practicar relaciones abiertas, pero también habrán personas heterosexuales con entusiasmos de formar una familia tal como la de sus antepasados. Obviamente aquí entra otro problema, por ejemplo, no se pueden dar las condiciones para practicar violencia de género, explotación infantil, maltrato intrafamiliar, aislamiento social, privatización del trabajo reproductivo y de cuidado, discriminación hacia las diversidades sexo-genéricas, roles de género que caigan en la coacción del libre desenvolvimiento individual, imposición de creencias, etc.
Como se puede observar, el problema no es que la iglesia o la familia tradicional existan, sino cómo conviven dentro de las sociedades libertarias. Lo mismo pasa con las microempresas, las escuelas, los centros técnicos, los talleres artesanales, los hospitales, las fundaciones, y demás fenómenos que han hecho posible nuestra vida social. Por supuesto que tenemos que negociar esos aspectos. Si quieres una iglesia para tu gente, bien, puedes hacerla, pero no puedes robar en ellas ni menos hacer violencia psicológica en ellas, ni nada de eso.

Ahora, hay una cosa que debemos solucionar. Es una sociedad anarquista al fin y al cabo, ¿Por qué habríamos de intervenir en estas instituciones cuando no cumplen con nuestras ideas? En realidad esto es un aspecto que el mutualismo particularmente lo soluciona, los mutualistas no pensamos ni deseamos revolucionar una ciudad, poner murallas y vivir nuestra utopía adentro ¡NO!, los mutualistas formamos nuestras redes asociativas donde se practiquen nuestras propuestas. Es decir, en el caso de la iglesia, no pensamos destruir los templos, asambleas, mezquitas o sinagogas, sino que formamos nuestra red cooperativa de producción y alentamos a su membresía a formar los círculos asociativos culturales, deportivos o espirituales que repliquen la organización mutualista. No hay que olvidar que el mutualismo es al final del día, una visión económica que desprende propuestas políticas, por lo tanto, todas las demás prácticas son desprendimientos de nuestras ideas económicas. Por lo tanto, el hecho de que seamos anarquistas impulsadores de proyectos y que tengamos que hacerlos florecer en sociedades cerradas, no quiere decir que nosotros debamos practicar alguna clase de mesianismo ni de liderazgo carismático, nosotros somos la fuerza de empuje, la asesoría si se quiere, no la dirección de la revolución, esa le corresponde al pueblo mismo.

Por último, tengo un problema semántico cuando hablo de esto, y es que si te has fijado, uso “conservadurismo” y “tradición” como términos intercambiables. Pero la verdad es que tiene matices, de hecho, un nombre más adecuado para esta entrada pudo haber sido “prácticas tradicionales en sociedades libertarias”. No obstante, el hecho de que promovamos redes asociativas con tendencias liberadoras y no nos interese quemar iglesias, provoca que habrán personas adentro que sí sean conservadoras, lo importante es que su intimidad no se traduzca en la parte organizativa de nuestras propuestas, y que siempre exista la apertura a ejercer los principios de solidaridad, reciprocidad, auxilio y apoyo mutuo, en caso de ser necesario. Y cuando nuestras redes ya no sean meramente económicas, sí tendremos que hacer un fuerte trabajo divulgativo para minimizar el impacto conservador, entiendo “conservador” como una práctica reaccionaria indeseable como se la definió en el segundo párrafo, no así la tradición, que entra a la libertad y antecedente cultural de cada persona, por ejemplo, la celebración de la Navidad, el recuerdo de muertos o el Día de Acción de Gracias.

Escupido y firmado,

Daniel X.