La filosofía mutualista en el libertarismo de izquierda

El auge del movimiento libertario norteamericano trajo consigo una serie de disputas internas dentro del anarquismo tradicional que siempre se caracterizó por su carácter social, crítica a la propiedad privada y sospecha de las capacidades autorreguladoras del mercado, en fin, por ser anticapitalista. Pero en una lucha de sintaxis donde el lenguaje de la política tradicional se disuelve, donde capitalismo y anarquismo cambian de significado y básicamente, se encuentran puntos en común que antaño resultaban inimaginables, queda la obligada necesidad de legitimarse los unos con los otros.

Es decir, el movimiento libertario norteamericano debió demostrar que su crítica al Estado era sincera y que simplemente, habían descubierto métodos para instaurar un régimen de libertad, mediante el mercado. A su vez, el anarquismo debió replantearse el hecho de qué tan posible era su utopía, hasta qué punto la propiedad privada es algo dañino, qué pasa con el comercio informal y las cooperativas de trabajo. En fin, toda esta discusión encontró en el anarquismo individualista decimonónico, el punto de negociación. Volver a Tucker, Thoreau o Herbert Spencer, necesariamente conduce al mutualismo, a Pierre Joseph Proudhon. Esto lo entendió muy bien la rama más coherente del movimiento libertario norteamericano, alejándose de sus obvias contradicciones y acercándose a lo más progresista de la época: el movimiento hippie y el mayo del 68, en resumen, la New Left. De aquí nace el libertarismo de izquierda, al menos quienes se reivindican como tal, porque decir “libertarismo de izquierda”, siempre va a abrir la interminable pelea entre anarquistas y liberales vulgares. En un término amplio, se podría decir que todo anarquismo, cooperativismo y marxismo consejista es libertario de izquierda, pero en una alusión más específica, llamaremos libertarismo de izquierda a un movimiento progresista que recoge las demandas del movimiento libertario norteamericano con un agenda de justicia social. Pues sí, todos los problemas que tú estás encontrando en esto, también lo encuentro yo.

Debo admitir que sin el libertarismo de izquierda, la filosofía mutualista tal vez seguiría empolvándose en los anaqueles. El libertarismo de izquierda no solo resucitó el mutualismo, sino también al liberalismo original, al georgismo, al trascendentalismo y demás ideas que fueron retirándose con el paso del tiempo. El libertarismo de izquierda obligó a todo el anarquismo a replantearse las ideas de su fundador Proudhon, de quién parece que solo conocen su frase de “la propiedad es un robo”, pero desconocen todo el cimiento teórico y económico que proporcionó a los anarquismos. La Alianza de la Izquierda Libertaria (ALL, por sus siglas en inglés) reconoce al mutualismo como parte del espectro del libertarismo de izquierda. Y sin dejar de agradecer el enorme aporte que hizo a la historia de las ideas, me quiero concentrar en por qué he abrazado el mutualismo pero no el libertarismo de izquierda. Aunque tal vez sea solo un conflicto de pesos y no de ideas.

Es obvio que el mutualismo es décadas anterior al libertarismo de izquierda, pero en cuestión de etiquetas, reclamar alguna paternidad sería inútil. No solo porque no hay ninguna razón para ello sino porque como sea, el libertarismo de izquierda no fue fundado por nostálgicos del mutualismo como yo, sino por integrantes del movimiento libertario norteamericano con tendencias progresistas. Esto impide que un mutualista proudhoniano se sienta como en casa en el libertarismo de izquierda, me siento como en la casa de un amigo querido, pero no en mi casa, mi casa es la de los anarquistas. Tal vez tenga más en común con un agorista que con un anarcocomunista, como tengo más ideas en común con un compa de clases antes que con las ideas de mi hermano, pero yo no puedo construir en la casa de mi compa, en cambio, si puedo ayudar en la habitación de mi hermano. Pero ¿Por qué ocurre esto?

Adentrándonos más en ideas, el mutualismo considera que los intercambios libres son fundamentales en la sociedad, eso conlleva necesariamente a un régimen de posesión y mercado, pero el mercado no es la base de nuestras relaciones sociales, la base de nuestras relaciones sociales es la asociación de personas. Esta asociación puede tomar la forma de un sindicato o una cooperativa, pero también puede ser una asociación barrial, una fundación, un grupo de tertulia e incluso una iglesia. El mercado forma parte de nuestra sociedad, no la sociedad del mercado. Es decir, el mutualismo propone un futuro con mercado, no de mercado. El principio del mutualismo es el principio federativo, y cuando leemos a Proudhon, vemos sobre todo una colaboración territorial, dentro de la cual, puede haber intercambios monetarios. El libertarismo de izquierda no tiene este enfoque, propone el cooperativismo para solucionar gran parte de nuestros problemas públicos, pero las cooperativas siguen siendo empresas, asociativas y todo, pero empresas, es decir, que al final del día, son nuestras relaciones económicas y racionales las que rigen la idea. Obviamente el mutualismo no espera personas perfectas y desinteresadas, por eso sabe que el mercado debe existir y sentar los cimientos de las sociedades, pero también sabe que las cooperativas o las asociaciones de talleres no van a solucionar todas nuestras necesidades, si acaso, la mayoría de necesidades materiales, pero no nuestras necesidades humanas. El mutualismo es una teoría económica de la cual se desprenden conclusiones políticas, el libertarismo de izquierda es una propuesta política que adopta teorías económicas.

Los mutualistas nos movemos entre la tradición y el progreso, el libertarismo de izquierda es respetuoso de las libertades ajenas, pero es necesariamente progresista. En este sentido yo personalmente pudiera negociar, puesto que me considero alguien progresista, pero cuando visualizo el mutualismo en el futuro, no concibo una sociedad enteramente progresista, creo que es imposible. No soy creyente, pero probablemente haya iglesias. También soy un amante de las experiencias cooperativas, pero en el mutualismo, habrá artesanos y comerciantes que quieran mantener sus negocios familiares. El libertarismo de izquierda respeta eso y lo tolera, pero en el mutualismo no es cuestión de respetar, es cuestión de incluir. Es decir, tu iglesia y tu negocio familiar tendrán aspectos tradicionalistas (hasta conservadores) en algunos casos, y no es que los mutualistas los vemos y decimos “Hola vecino, un gusto” y fin, sino que a pesar de esos aspectos, esperamos que dentro de sus iglesias y dentro de sus negocios, implanten los principios del apoyo mutuo, el emprendimiento social y la cooperación. En el libertarismo de izquierda sucede lo primero, respetan tu opinión y formas de vida, pero no son incluidas porque no tienen el carácter progresista que eso conlleva. Es que bueno, ser hijo de la economía austríaca, el individualismo metodológico y encima, ser conservador, básicamente por definición, dejas de ser un libertario de izquierda. El mutualismo en cambio, no se encasilla en eso.

Los mutualistas no estamos a favor de los derechos LGBTQ o la legalización de la marihuana porque sea bueno para la sociedad. Estamos a favor de esto porque es intrínseco en nuestra idea de apoyo mutuo y cooperación, porque es algo propio del ser anarquistas. En el mutualismo no existen tales ideas como “progresismo cultural” o “libertad cultural”, mucho menos «libertario en lo cultural», por dos razones: 1) porque un mutualista también puede ser conservador en su intimidad y 2) porque el respeto a la diversidad, las libertades individuales y la inclusión, no tienen que ser justificadas en un sentido utilitarista de si es bueno o malo para la sociedad, ese respeto existe porque se contempla por definición en el mutualismo. Y si está por definición, el respeto por sí solo no basta, también tiene que ser inclusivo.

El mutualismo incluso en el aspecto económico, toca temas que el libertarismo de izquierda deja al buen juicio del mercado. Por ejemplo, en el tema del crédito, Proudhon, Tucker y Lee Swartz, señalaron más de una vez que el monopolio del dinero era causante de la explotación económica y que los créditos no debían tener más interés que aquel suficiente para sostener la institución. El libertarismo de izquierda por su parte, ve esta cuestión desde el punto de vista de la economía austríaca o en el mejor de los casos, desde el punto del liberalismo clásico. Es decir, para el libertarismo de izquierda, el interés sobre el crédito se regula mediante la eliminación del monopolio monetario y dejándolo a competencia. Pero incluso suponiendo que esto llegase a ocurrir, que los bancos, las reservas y los gobiernos desaparecieran, el tema del crédito volvería a presentar los mismos problemas de financiamiento, tal vez en menor intensidad si se quiere. Esto no quiere decir que los mutualistas prohibiríamos el interés sobre el crédito, pero tampoco dejamos el tema de un lado, al contrario, lo hablamos y no recomendamos su aplicación.

Con el tema de la tierra y los recursos naturales pasa algo parecido, incluso suponiendo que dejáramos esta administración a merced de cooperativas y fundaciones, tarde o temprano, se convierten en bienes de cambio y la explotación de la naturaleza se reactiva. En este sentido, el libertarismo de izquierda adopta a mutualistas y georgistas, quienes con diferencia de la institución, llegamos a la misma conclusión en cuanto al asunto de la tierra, pero en general, el libertarismo de izquierda alienta a dejarlo a merced del mercado de economía social, mientras que los mutualistas esperamos que la extracción de renta y el uso para el comercio sea la menor posible.

En fin, pudiera seguir escribiendo sobre diversas y profundas diferencias entre el mutualismo con el movimiento libertario de izquierda. Sin embargo, se me hace necesario hacer hincapié en que no desconozco que sin el libertarismo de izquierda, probablemente no habría mutualismo actual, pero que esto no significa que abandone o deje en segundo plano, las cuestiones que a los mutualistas nos han hecho pensar todo el tiempo.

Escupido y firmado,

Daniel

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