Desmasculinizar a Proudhon

Fuera de figuras como Nathalie Lemel o Voltarine de Cleyre, el mutualismo ha sido un espacio eminentemente masculino y patriarcal. No es de extrañar, esta tendencia es incluso anterior a Proudhon, puesto que la práctica mutualista desde la edad media, ha considerado a la familia tradicional como un ente de refugio frente a las presiones institucionales. Sin embargo, esto nos crea una contradicción que hace urgente un proceso reflexivo. ¿Si la mutual es la expresión del apoyo mutuo, puede darse el deshonroso lujo de no ofrecer espacios seguros? ¿Cómo actúa la mutual cuando la familia y la sociedad son tan problemáticas como el capitalismo y el Estado? ¿Podemos encerrarnos en la visión arcaica y medieval de la familia y la masculinidad en el moderno sistema de contradicciones económicas? ¿Hay perfiles en la federación agrícola-industrial, podemos limitar la libertad de las personas en las organizaciones descentralizadas?

Es de sobra conocida las opiniones de Proudhon acerca del rol de la mujer y de la familia (aunque con cierta tergiversación de sus palabras y pensamientos también). Sin embargo, el padre del anarquismo, aún en vida, se vio enfrentado a las constantes críticas de sus seguidores al respecto, sobre todo la de Joseph Déjacque. Desde entonces, y gracias en gran medida a la reivindicación que hicieron mujeres mutualistas en la Comuna de París, el mutualismo en general, ha dejado de un lado el tema de las identidades, ofreciendo su apoyo incondicional a cuánta lucha y cuánto movimiento de corte anarquista apareciera en escena. Por ejemplo, poco se sabe del enfrentamiento intelectual entre Emma Goldman y Voltairine de Cleyre, al final del día, las dos fueron anarquistas y feministas, y era todo lo que importaba. A mi parecer, esta es la segunda razón por la que el mutualismo se disolvió de las corrientes ideológicas. Pocxs anarquistas negarán la importancia del mutualismo para su movimiento, pero el mutualismo ha pasado casi a ser una consigna más del anarquismo, junto a la autogestión, la libertad o el apoyo mutuo, ya no es una ideología, ni una escuela económica, ni una corriente.

Como mutualista, para mí, esta idea es más que una consigna, es una posición, es un punto desde el que se habla y en consecuencia, no puedo dejar de lado las problemáticas sociales. Una de estas problemáticas es la construcción de la masculinidad de Occidente dentro de los espacios mutualistas. Vale mencionar que estoy consciente de que los vicios de la masculinidad reglamentaria no son solo de culturas occidentales, pero como es Occidente el que conozco, me veo obligado a limitarme en esa extensión territorial y cultural. El mutualismo por excelencia es la práctica de la seguridad y el cuidado, sea o no sea anarquista, es precisamente esta idea de socorro mutuo la que inspiró a Proudhon a encender la llama de la revolución entre la clase obrera, campesina y artesana de la vieja Francia. Pero, ¿Cómo puedo haber seguridad y cuidado cuándo los espacios en donde se ejercen son fuertemente masculinizados? Las mutuales en forma tradicional ofrecen un territorio muy poco amigable para las identidades diversas. Eso es algo que se debe cambiar y de forma urgente. El anarco-mutualismo no sufre de este problema porque como se mencionó anteriormente, se ha sumado a cuánta iniciativa libertaria aparezca, pero el ofrecer apoyo pasivo ¿es suficiente? La respuesta es NO.

El apoyo pasivo no es suficiente puesto que no reconstruye en procesos de aceptación y entendimiento a las identidades diversas. Las mutuales no pueden simplemente crear consensos de tolerancia mientras lxs mutualistas aún recogen y practican los efectos nocivos de una masculinidad frágil, inestable y violenta. En el mutualismo no se puede practicar la protección del más fuerte al más débil, sino la seguridad mutua de una persona mutualista con otra persona mutualista. Hasta el momento hablo solo de mutualismo porque es mi terreno, pero lamentablemente, el anarquismo en general no está libre de este problema.

Ya es momento de que las mutuales y toda forma de organización libertaria, se construyan con un proceso de reflexión de identidad: ¿Quién soy y por qué quiero estar en la mutual? ¿Soy capaz de socorrer a mis compañerxs? ¿Estoy dispuestx a ser totalmente transparente con mis fortalezas y debilidades? Luego como es obvio, vendrán las reflexiones colectivas: ¿Juzgamos la vestimenta de lxs compañerxs? ¿Puede un compañero mutualista llorar y pedir ayuda? ¿Cómo está dividido el trabajo? ¿Estamos dispuestxs a que sea una compañera la catalizadora de las actividades y los proyectos? Si una mutual no ha pasado por ese proceso de reflexión, muy difícil tendrá en conseguir sus objetivos, puesto que no faltará mucho para que lxs compañerxs se sientan insegurxs, descuidadxs, silenciadxs. ¡¿Qué clase de anarco-mutualismo es ese?! En fin, si el pegamento de la seguridad y el apoyo mutuo, empieza a disolverse, el ‘mutualismo’ caerá por su propio peso.

El mutualismo es la estructura que posibilita la anarquía, es el cimiento, la puerta, la escalera, la ventana. A lo largo de la historia hubieron miles de personajes, ideas e iniciativas de carácter emancipador, pero no es sino hasta la llegada de Proudhon que el anarquismo se vuelve un movimiento fuerte y consolidado. ¿Por qué no Godwin? ¿Por qué no Mary Wollstonecraft? ¿Por qué no Lao-Tsé? ¿Por qué no Stirner? Lxs descuidadxs dirán que porque Proudhon se puso una etiqueta, pero la cuestión es más profunda, Proudhon le dio al anarquismo la institución que lo haga posible y sostenible: la mutualidad. Y como institución, no puede dejar al azar de la moral capitalista, la construcción de los espacios diversos y seguros. La mutual necesita todo un proceso institucional que la desmasculinice. Vale aclarar que cuando digo ‘desmasculinización’, no me refiero a borrar todo rastro de masculinidad, sino de aceptar las identidades diversas y dentro de esas identidades diversas, todo el abanico infinito de masculinidades y expresiones que de ellas, nacen.

La masculinización de las mutualidades no fue algo espontáneo, sino una construcción propia y deliberada del sistema de contradicciones económicas en el que vivimos. En un mundo donde el capitalismo ha tomado y ultrajado al mutualismo y al cooperativismo tras la infame fachada de “economía social”, es solo la práctica anarquista la que puede crear un proceso realmente liberador. ¿Cómo se da esa liberación? No es solo montando una cooperativa ‘alternativa’ y reproduciendo sus vicios, es eliminando todo rastro de poder jerárquico, incluso el que está oculto tras capas y capas de burocracia disfrazada de democracia. Y no es solo cambiando los formatos de producción y distribución de bienes y servicios, es reorganizando la estructura del trabajo, de la familia, de la ciudad. Si esa reorganización ignora el proceso de desmasculinización, no tardará en resucitar los parásitos jerárquicos del sistema capitalista.

Una realidad muy triste que se observa incluso en los espacios más subversivos es la nula expresión de las emociones. Incluso en casas okupadas y partidos socialistas, se observa la división sexual del trabajo. ¿Cuándo fue la última vez que te echaste a llorar y pudiste darle una llamada a algunxs compañerxs para avisarles lo que sentías? ¿Cuántas veces estuviste en una reunión con ganas de salir corriendo a verle a un amigo, comer algo o simplemente tomar aire? Si lo segundo te ha pasado más veces que lo primero, entenderás la importancia de esto. Si lxs anarquistas son anarquistas solo cuando el gobierno hace estupideces, ahí no hay revolución, hay reacción, detestable y repugnante reacción. Duele aceptarlo ¿Verdad?

Vivimos en familias y sociedades heteropatriarcales que muchas veces harán tanto daño como el sistema. ¿Quién puede culparles? También son producto del sistema. Si la familia y la sociedad pueden llegar a ser dañinas, discriminatorias, inseguras y violentas, ¿Dónde encontrar aceptación, apoyo, ayuda y libertad? ¿No es acaso la mutual anarquista, el espacio de la seguridad social en su más noble expresión? De nada sirve montar escuelas, sindicatos y planear revoluciones, si cualquiera puede desistir. De nada sirve fomentar una disciplina basada en la libre responsabilidad, si los motivos para ejercer dicha disciplina se disuelven en la tristeza, el resentimiento y la amargura. Una mutual en donde no se pueden expresar emociones es una mutual que no vale la pena o como diría la compa Emma Goldman, si no puedo bailar, tu revolución no me interesa. Es justamente cuando la familia y la sociedad se vuelven inestables y peligrosas, cuando las instituciones anarquistas y las redes de apoyo mutuo deben actuar. No minimicemos ni los problemas ni las emociones de lxs compañerxs, hagámosles sentir que siempre pueden contar con nuestro apoyo.

La expresión libre y continua de las emociones, la diversidad de identidades (y entre ellas, las diversas masculinidades), la construcción social de los espacios seguros, y muchas otras cuestiones necesitan estar como primeros puntos de interés en las agendas de proyectos libertarios. Sin ellas, cualquier acto ‘revolucionario’ se vacía de contenido y carece de sentido. Ya es momento de deshacernos de ese lastre capitalista que hunde las alteridades, de eliminar las jerarquías, las normas y los estereotipos que nos ha impuesto el sistema, sin diversidades, no hay anarquía, sin espacios seguros y radicalmente empáticos, no hay mutualismo.

¡Salud, mutualismo y libertad!

Escupido y firmado,
Daniel X.