Reflexionando sobre mi partido político

¿Cómo es un partido político?

La sociología de los partidos políticos y la ciencia política tienen una extraña forma de hablar sobre un partido puertas adentro. Hablan de estructuras, hablan de procesos, hablan de ideologías, y aunque todo eso se tiene, no por las leyes que rigen el comportamiento social sino por la jurisdicción de los estados, un partido puertas adentro es cosa diferente.

Un partido político, es al fin y al cabo, una organización y debe ser entendido desde la sociología organizacional más que desde la ciencia política. La politología lo puede explicar afuera, pero la sociología lo puede explicar adentro, no siquiera la sociología política, sino la sociología organizacional.

Es aquí donde empiezan tus preguntas: ¿Enserio, tú? ¿El mutualista libertario militó bajo una bandera partidista? Es curioso, porque no se lo he ocultado a nadie, de hecho mi militancia siempre fue pública, y si te preguntas de qué me arrepiento, no me arrepiento de nada. De hecho y aunque no lo creas, el partido fue una de las mejores cosas que me pasaron.

Ahora, lamento tener que hacer algunas aclaraciones para unxs cuantxs soñadorxs incautxs. Si tú formabas parte del ala juvenil pero no de la asamblea general, nunca estuviste en el partido. Si tu trabajo consistía más en repartir volantes que en tener espacios de comunicación, nunca estuviste en el partido. Si tus discursos (en el mejor de los casos), se presentaban como discurso de joven y no discurso de miembro, nunca estuviste en el partido. Si para las reuniones y convenciones regionales o nacionales, tú nombre ni siquiera se tomaba en cuenta, nunca estuviste en el partido. Esto ni siquiera debería aclarar, pero si tú llegaste por activismo, organización social o coalición, no solo no fuiste miembro del partido, sino ni siquiera figuraste en la lista de posibles aliadxs. Haciendo estas desafortunadas declaraciones, creo que por mi posición, tendré que hablar en primera persona.

Los partidos necesitamos dos tipos de personas: lxs miembros y lxs invitadxs. Estxs últimos, son quienes hacen el trabajo realmente ideológico, son trabajadorxs sin sueldo, llamarles voluntarixs es hacerles un favor desproporcionado, son quienes se ponen la camiseta, llenan de campaña sus redes sociales, salen a repartir los panfletos. Un consejo de corazón, si por milagro del destino, llegas a figurar en la lista de campaña, procura que tus invitadxs sean tus parientes y amigxs, de modo que hagan campaña por ti y no por un partido del que luego van a salir decepcionadxs. Si tú eres invitadx, procura pelear por la silla de tu amigx o pariente, por favor, no te enamores del partido, tú no eres parte del partido, eso tenlo más claro que el agua.

Si a ti te agrada un partido porque compartes ideología con él, no te engañes, los partidos son para luchar el poder, no para luchar revoluciones, dedicate al activismo, inscríbete en una ONG, haz voluntariado, a menos que quieras poder o llevar a alguien al poder o sientas que tus ideas realmente tienen masa electoral, el partido ni siquiera es un trampolín, al contrario, es una carga. Que tu nombre haya figurado en una lista o peor, que en la sociedad del espectáculo haya una foto tuya con una camiseta partidista, es un fantasma que no te va a dejar nunca. Enserio, no es para cualquiera.

Los partidos tienen un proceso maquiavélico para hacer creer a algunxs incautxs de que necesitan militancia. Normalmente seducen a líderes estudiantiles, líderes de organizaciones, líderes de colectivos alternativos, les dicen que necesitan personas como ellxs para levantar el nombre del partido. Aquí es donde lxs soñadorxs son inyectados con escopolamina. Si tú fuiste unx de ellxs, déjame decirte que no querían tu militancia, ni tu nombre, ni siquiera tu imagen, querían simplemente que atraigas votos. Ojo, no votos para ti, sino para lxs verdaderxs candidatxs, quienes están al principio, quienes hacen la campaña, quienes tienen las fotos, aceptalo, al partido no le interesan de las juventudes, más que los puntos porcentuales en los resultados.

Seguramente habrás visto por ahí, contenido neutral describiendo el aburrido proceso de escoger dignidades o el contenido crítico que dice que siempre va el más inútil liderando la campaña. Bueno, sí y no. A las máximas autoridades siempre se les escoge con el afán de que ganen, ellxs son el partido cuando se llama a elecciones, a veces ni siquiera tienen que estar en el partido para que sean escogidxs como candidatxs. El resto no importa que ganen o no, importa que cumplan los criterios, un porcentaje de mujeres, un porcentaje de jóvenes, un porcentaje de esto, un porcentaje de lo otro. Eso eres tú, para nosotrxs, tú eres un porcentaje.

Todo esto es verdad, pero no es la cuestión. Aquí la verdadera pregunta es: ¿Es esto malo, indeseable? La verdad, no. Nadie te mintió, nadie te promete el cielo y la tierra en un partido. Solo eres incautx. Solo que te hiciste pajaritos en el aire cuando no debías, ese es el problema. Los partidos no son malos y aquí va mi experiencia.

Si tú pasaste todos los filtros anteriores, probablemente tú sí seas miembro del partido. Pero eso no quiere decir que tomes decisiones. ¿Qué te hace diferente de un invitadx? Si el partido es digno, probablemente tu voto pueda marcar diferencia en algunas decisiones, si no lo es, tú eres de lxs que son seducidos a la corrupción. Pero lo realmente importante, es decir, a quién invitan, cuál sera la próxima sede, cómo se manejará la campaña, cuáles serán las estrategias, se decide arriba, puedes tener suerte y estar presente en alguna decisión, pero no lo olvides, la última palabra está arriba. Yo estuve entre quienes son militantes pero no toman decisiones.

El partido me recibió con las puertas abiertas, me mostró los proyectos, me prestó el espacio, lloré y me emborraché con la militancia, me escogieron dos veces para la convención nacional, para otra de juventudes, y también figuré en algunas listas. El partido, al menos en el que yo estuve, tenía proyectos sociales bajo otras denominaciones. El partido me invitaba a las capacitaciones y comía después con ellxs. El partido más de una vez me dejó en la puerta de la casa. Aún hoy, el partido me recibe con abrazos. El partido fue una familia cuando yo más necesité de una. El partido me dio los mejores momentos de mi vida y jamás repartí un volante por él. Yo estuve en medio de pugnas internas como si se tratara de la pelea entre mamá y papá. Con ambos lados tomé café, de ambos lados me preguntaban cómo me iba en la universidad. Y eso cuando había dos lados, porque lo normal es que hayan muchos. ¿En qué me diferencia de alguien que se cambia de partido? Simple, que mi ideología era firme, la ideología es una cosa, el partido es otra. Las pugnas internas no es de los buenos contra los malos, sino como dije antes, es como la pelea entre mamá y papá.

La primera capacitación a la que asistí fue en otra ciudad, una a la que no había ido en mucho tiempo. Llegué solo y nervioso. Pero cuando timbré la puerta, me recibieron con un hola estruendoso, me dieron los materiales, era como una conversación de amigxs (y es que eran amigxs), había alcohol local sobre la mesa mientras conversábamos. Luego fuimos detrás en una camioneta por la noche, comimos hornado de cerdo en un restaurante, me invitaron una cerveza, me fueron a dejar en la puerta de mi casa. Cuando sientas eso, no solo en un partido, sino en una organización, en un movimiento, en un colectivo, solo allí, puedes empezar a sentirte miembro.

Tiempo después tenía que dar un taller y estaba desesperado por un espacio. ¿Sabes qué hicieron? Sí, obvio, el partido me dio el espacio, pero eso no es lo importante. ¡Me dieron las llaves! Aún tengo las llaves de la sede. Por supuesto, nunca volví sin autorización, pero quiero que entiendas la magnitud de confianza que depositaron en mí. Es como si me dijeran: «toma, con esto entras a la casa».

Lo mejor que me pasó fue formar parte del equipo de capacitación. Sí, el Equipo De Capacitación. Yo estuve cuando se organizaron los talleres y es más, yo dí los talleres. Quienes se dedican a esto lo entenderán. Cada tallerista tiene algo como sus servicios estrella. En mi caso siempre es: Liderazgo Transformacional, Pedagogías Alternativas, Innovación Política y Social, y Los principios ideológicos del Socialismo Democrático. Estas últimas son especiales porque las aprendí, adivinen en dónde. Exacto, en el partido. Es más, el taller de socialismo democrático lo terminé impartiendo yo, en más de una ciudad por supuesto. Así mismo, me invitaban la comida y me dejaban en la puerta de la casa. No porque haya presupuesto, era voluntariado, pero me protegían como a un hijo.

Existen diez mil razones para abandonar un partido pero solo una es válida. Cuando ya no te cuadra el principio ideológico. Si eres de las personas que abandonan un partido porque son corruptos, porque aprobaron cosas que no te gustaron, por esto y por lo otro, abstente de comentar esta entrada, no te voy a escuchar, porque no tuviste razones, tuviste excusas. La única razón para abandonar un partido es porque cambió tu ideología, por eso y nada más. Lo que puedes hacer cuando ya no te gustan los procesos internos, es hacer activismo, es hacer la revolución en las calles, es hacer revolución en las redes sociales, eso es lo único válido. Pero si sigues en la carrera política, con otro partido pero bajo el mismo discurso, eso es cobardía. Eso por ser amable, porque allí realmente lo que existe es interés.

Al partido se lo puede criticar, es más, se lo debe criticar y hacerlo públicamente. Del partido te puedes salir cuando quieras, pero no puedes negar tu militancia. Y eso por una simple razón, si niegas tu militancia, es porque realmente nunca creíste en el partido. Es porque nunca lo sentiste, es porque nunca fuiste parte. El partido en el que yo estuve es un partido socialista democrático, pero por alguna extraña razón, es el estandarte de la socialdemocracia en mi país. Solo para aclarar, socialdemocracia es una cosa y socialismo democrático es otra. No saben en los pocos años que estuve, cuanta gente vi desfilar con la bandera que yo amé y amo aún a pesar de todo. Claro, el discurso socialdemócrata vende bien, es la excusa de la izquierda y la derecha, pero cuando nos encontramos en desventaja electoral, se ven los mil rostros de muchas personas. Cuanto quisiera poder decir que mi partido es perfecto e incorruptible, pero no es, y ¿saben qué? Eso no es un problema, porque yo me casé con las bases y con la ideología, no con las listas ni con las directivas.

Ahora bien, los anarquistas tenemos una larga historia de traiciones y decepciones cuando nos juntamos con alguna militancia del partidismo tradicional. Eso es cierto y siempre lo tuve en cuenta. Por esa razón, me fui a la organización social, me quedé allí, pero nunca jamás negaré mi militancia, porque mi partido fue mi familia, porque mi partido es mi familia. Es más, mi familia biológica no fue un refugio y un apoyo cuando mi partido sí lo fue. Entonces, mi partido es más familia aún. Yo no me alejé porque sean corruptos o hirientes o doble discurso o intolerantes, mi partido no es nada de eso, me alejé por coherencia ideológica conmigo mismo, porque el mutualismo libertario llegó a cuadrar las dudas que aún tenía y estoy seguro de que si eligen el camino adecuado, los socialistas democráticos se pasarán al socialismo libertario.

Pero eso sí, mi partido es donde más pude sentir la democracia. Mi partido es tan democrático que a veces, eso es una debilidad, porque invita al más progresista y al más conservador a debatir ideas, mi partido es tan democrático que ha invitado a juventudes de otros partidos a las capacitaciones bajando la bandera en el evento en señal de pluralismo, mi partido es tan radicalmente democrático que a la primera señal de autoritarismo o de bloqueo mental, esas personas que nos han querido usar como plataforma, se han ido saliendo y ahora hablan mal de nosotrxs a los cuatro vientos. Mi partido es tan democrático que la izquierda nos dice reformistas, la derecha nos dice cómplices silenciosos y los correístas nos dicen vendidos a la izquierda o a la derecha, dependiendo de cómo se encuentre su frágil coherencia jajaja. Mi partido es lo mejor y lo peor de la democracia, pero es eso, democracia. Espero que en el futuro den el salto hacia el socialismo libertario, pero si no, que quede clara una cosa y para siempre: Yo fui socialista democrático, mi partido es la máxima representación de esa idea, nunca van a encontrar partido más hermoso que el mío, no me arrepiento de nada, aprendí y vi más cosas de las que podrán sentir en su vida. Mi partido no es perfecto, pero porque la democracia no es perfecta, pero eso sí, mi partido es la máxima representación de la democracia. Y aunque ahora levante la bandera del mutualismo libertario y mis sentimientos anarquistas sean más fuertes que nunca, yo jamás negaré esa experiencia, una experiencia que solo para poder imaginarla, tendrías que estar en mis zapatos.

¡SALUD Y LIBERTAD!

Escupido y firmado,

Daniel X.

P.D. Si pasaste todos mis filtros pero aún así no sientes lo que yo siento, déjame decirte, no solo no fuiste parte del partido, sino que además, donde estuviste, nunca fue un partido… solo fue una lista electoral.

P.D. 2. A menos que sean abiertamente y firmemente anarquistas, no creas en las organizaciones que dicen no tener afiliación política. Te están mintiendo. A todo líder o lidereza popular, les seducen con el poder, solo lxs anarquistas son inmunes. De todas las personas que hacen política sin ser anarquistas, confía más en el que acepta abiertamente su militancia, porque lxs otrxs, te están mintiendo.

Sé que esto no es garantía de nada, pero te pido que me creas, a esxs que dicen ser independientes, yo les he visto en las negociaciones, no confíes en ellxs. Es más, de estos últimos, hay quienes son peores aún, porque negocian como candidato independiente para la lista de un partido, cuando siempre estuvieron sirviendo a otro. Te repito, es más confiable la persona que acepta abiertamente su militancia. A esxs independientes me los paso por el arco del triunfo o como diría Yahveh a San Juan en las Revelaciones: «A esos tibios, me los vomito»! Y más aún, si aparte de tibios, son hipócritas.