La guerra de clases interna del anarquismo

Virtualizar la vida en épocas de pandemia trae una serie de fenómenos interesantes de observar. Normalmente este tipo de situaciones me parecerían algo irrelevantes tomando en cuenta la cantidad de información inútil y juicios emocionales que surgen en torno a una red social (FB, Twitter, Instagram, etc), pero es que dentro de los grupos anarquistas, el debate ha empezado a tener tal ruido y tal magnitud, que pasó por fin, el anarquismo en una guerra de clases interna. Que si la cuarentena es falsa, que si el Estado debería hacer esto, que si abolición de la prostitución, que si esta corriente no es realmente anarquista, que si usamos la violencia a nuestro favor, en fin, un montón de cuestiones que han reducido el debate a quién soy, de dónde vengo y sobre todo, quién habla en mi nombre. Sin embargo, la virtualización solo ha sacado en evidencia la grave situación de los movimientos sociales, aunque esta vez, el anarquismo ha sido el protagonista.

¿Cuál grave situación? Simple, el aburguesamiento y el academizamiento de las causas revolucionarias. A partir del mayo francés y ese corto verano de la anarquía moderna, los anarquistas encontraron en el situacionismo, la escuela de Frankfurt, el debate Chomsky-Foucault, una posible salida a la debilidad científica de la implementación de sus ideas. Dicha salida, los anarquistas no han tenido desde la muerte del mutualismo proudhoniano, a partir de la cual, cada corriente se ha ido perfilando y compitiendo por ver cuál es la más utópica. Las escuelas más conscientes de esta debilidad, optaron por la adopción del marxismo o la adopción del liberalismo austríaco. Es decir, a la muerte del mutualismo proudhoniano, el movimiento anarquista quedó desamparado de una base sólida y científica que lo justifique (Esto independiente de qué tan científico consideres al mutualismo). A pesar de los esfuerzos de Bakunin, Kropotkin, Tucker, De Cleyre, Armand, Goldman, Graeber, Malatesta, Abad de Santillán, Capelletti, etc… el ímpetu de establecer el anarquismo por principio libertario y por una visión ética, deja huérfanos aún más, al movimiento anarquista más sobrio de las quimeras. ¿Dónde el anarquismo puede sobrevivir? David Graeber indica en su introducción a Fragmentos de la antropología anarquista, que el movimiento sobrevive romantizándose en la academia post-estructuralista y para suerte nuestra, los situacionistas se volvieron unos aliados incondicionales. Es por esta razón, que el anarquismo no se quedó como un proyecto utópico y fracasado del socialismo emocional y, logra permanecer hasta nuestros días.

Nos guste o no, que el anarquismo haya sobrevivido también se debe al movimiento libertario que se forma a partir de Murray Rothbard que, valiéndose de su posición de economista liberal, logra que el anarquismo sea tomado enserio en la escena política estadounidense, ofreciéndonos una muy grande ventaja. Ojo que este artículo no es para debatir si tal movimiento merece la etiqueta de libertario, solo es para documentar un hecho histórico. Es entonces que el anarquismo se mantiene en el movimiento punk, feminista, antifascista y anti-globalización, no por sí solo, sino con la bendición de la academia post-estructuralista, que ve en los anarquistas, la carne de cañón lista para usar la fuerza y la rabia, e implementar sus ideas, diseños y proyectos en la vida real. ¿Has notado que hasta el momento no he usado la palabra “obrero” o la palabra “proletariado”?

No es mi afán echar tierra al post-estructuralismo, siendo honestos, hemos aprendido mucho de esa escuela filosófica, pero algo que la epistemología nos enseña, es que una cosa es la academia y otra cosa es la ciencia. A día de hoy, no hay principio del que esté más convencido de que no hay secta más obstaculizadora y entorpecedora para la ciencia, que la soberbia intelectual de cierto grupo de académicos. Marxistas, anarquistas y socialdemócratas aún salen a abanderar al movimiento obrero, pero haciendo una reflexión, ¿Cuán significativa es la participación del proletariado material, objetivo y real? Pues es muy poca. Esa idea de sensibilizar a la clase que se autoconsidera media, haciéndoles notar su real posición en el juego de poder en la sociedad, ha sido contraproducente. ¿Por qué? Porque esa clase no burguesa pero sí aburguesada, se viste con los ropajes de la clase obrera al tiempo que excluye, infantiliza y paternaliza al proletariado real. Mientras las calles son escenarios de guerra civil entre los revolucionarios aburguesados y el poder económico-estatal, los obreros se resguardan en sus casas llamando a la paz por sus familias y la poca posesión que tienen en sus manos. Los revolucionarios aburguesados gritan consignas al estilo de: “nos quitaron hasta el miedo”, cuando la realidad objetiva indica que ellos tienen espacios seguros mientras que el proletariado real se refugia en sus comunidades. Esto afecta igual o en mayor medida al artesanado, al campesinado, al ambulante, al putx, en fin, a toda esa masa popular que los revolucionarios aburguesados tienen la osadía de llamar: pequeña burguesía. Ironías de la vida.
Y el revolucionario aburguesado, en vista de que no funcionó su intento elitista de legitimización al grito desesperado de: “no somos delincuentes vulgares, la primera línea está conformada por profesionales que se dan cuenta de las cosas”, intenta la otra estrategia, de decir que las calles están abarrotadas de obreros y ambulantes bajo la figura de la asociación, la cooperativa o el sacrosanto sindicato. ¿A quién quieren engañar? ¿Creen que no sabemos que sus sindicatos y asociaciones son el caldo de cultivo de la corrupción y la incubadora de los políticos profesionales? ¿Creen que no sabemos que quienes presiden sus organizaciones son precisamente la gente que no tiene nada mejor que hacer? ¿Creen que no sabemos que el movimiento estudiantil tiene su fuerza revolucionaria debido a que no se desgasta en el trabajo de los hijos del proletariado? ¿Creen que no sabemos lo excluidos que estamos de sus conferencias en las universidades? Me dirán que no, que no se excluye a nadie, que es políticamente incorrecto si lo hicieran, pero ¿Qué diferencia sustancial hay entre la exclusión y sus actitudes paternalistas e infantilizadoras? Pues muy poca la verdad.

El revolucionario aburguesado es una cosa rara, porque siendo obrero o autónomo en la vida real, toma con sus compañeros de clase, actitudes burguesas disfrazadas de sentimiento social. Es decir, disfraza a su avatar burgués con la máscara de sí mismo. El revolucionario aburguesado a la final, es una caricatura de su propia condición. Pero, ¿Qué le lleva a tomar esas actitudes? Lo que lleva al proletario a ser un revolucionario aburguesado es la vergüenza de su propia clase, a la cual siente que debe rescatar de sus vulgaridades. Le es incómodo aceptar que el pueblo en su ignorancia, es católico y conservador, le duele saber de dónde viene, le duele saber que su gente nunca saldrá a las calles porque protegen ese gramo de propiedad privada que el capitalismo les ha dado para cerrar la boca y alimentar el miedo. Le duele ver a su pueblo babeando frente a la caja tonta y compartiendo fake news con sus pocas habilidades en Internet. Entonces legitima su discurso diciendo: “yo acepto que soy un burgués culto y hago revisión de mis privilegios en favor de la clase obrera”, pero la realidad es que no es ni burgués, ni culto, ni mucho menos es capaz de revisar sus privilegios.

Hay dos clases de proletarios aburguesados: el primero que se considera hijo del capitalismo ilustrado y el otro que se considera hijo de la causa social. Este último es interesante porque, aunque es periférico en el orden mundial, sus condiciones de vida relativamente mejores a la gran masa popular, su trabajo menos manual y su acceso a la academia y a la cultura, le permiten tener ciertos privilegios que alimentan sus actitudes asistencialistas. A este es a quién he decidido darle el nombre de: roji-burgués. En adelante, todas mis publicaciones tendrán una que otra referencia a este sujeto sociológico. ¿Y qué entiende el roji-burgués por “burgués”? ¿A la clase media acomodada? No, sino a las actitudes vulgares de su propio pueblo, su pueblo que es religioso, comunitario, comerciante, artesano, ignorante, es decir el desplazado del proyecto ilustrado, el que siendo proletario toma el perfil de capitalista, ese es un burgués en el entendimiento roji-burgués. “¡Vaya vergüenza de venir de esos neoliberales pobres!” piensa el roji-burgués en el fondo de su espíritu. Odia a su clase y quiere suplantarla por una vaga idea que tiene del super-hombre, vaga y peligrosa, porque no escatima en referencias a ideas eugenésicas. Se dice que Winston Churchill dijo una vez que los fascistas de hoy, serán los antifascistas del futuro. No hay referencia exacta que documente esto, pero vaya certeza de palabras.

Vivimos en un mundo de términos bajo la dictadura orwelliana, es decir, que cambian, transforman y se caricaturizan en favor de sus proyectos políticos. Este mundo se ha convertido en la máxima expresión de la ironía. Vaya mundo irónico en el que me toca vivir, donde el pueblo por ignorante, comerciante y conservador es acusado de “burgués neoliberal” por la misma clase medianamente privilegiada, de pseudo-aristocracia académica y sumida en lo profundo de la soberbia intelectual que, en su actitud paternalista e infantilizadora, se viste con los ropajes de la clase obrera y se vuelve una caricatura de sí misma. No es la primera vez que tal ironía pasa. Hace un par de siglos, un sujeto muy inteligente y admirable, pero hijo de la aristocracia alemana, se dirigía a un obrero sin zapatos, ni estudios, con las manos manchadas de su oficio de tipógrafo y con el poco conocimiento que le daba su labor autodidacta, pero con un gran y casi mítico, espíritu revolucionario. El aristócrata alemán le dijo al obrero francés: “tu socialismo es el socialismo de la burguesía”. ¿Ironía, dónde? Por supuesto el aristócrata alemán de gran talento es nuestro querido Marx y el obrero pobre fue nuestro “burgués” Proudhon.
Frente al roji-burgués, creo que es hora de hablar de otro sujeto sociológico: el Proudhon moderno. El Proudhon moderno es raro de encontrar, pero existe. De hecho, no es tan raro, solo que, en nuestra soberbia revolucionaria, casi no notamos su existencia. El Proudhon moderno tal como el mismo Proudhon histórico, es aquella persona llena de contradicciones que ve en la sociedad civil, la misma fuerza revolucionaria que replanteará las estructuras del mundo. El Proudhon moderno, con apologías a Jesús, la propiedad o a la tradición, logra implantar en el pueblo, las ganas de emanciparse. El Proudhon moderno, es aquel que desiste de la tentadora carrera política que se ofrece ante sus ojos, y aquel que renuncia decepcionado del liderazgo organizacional cuando ve la corrupción latente. El Proudhon moderno, que consciente de su ignorancia, escucha más de lo que habla y pide consejo, incluso al torpe, al judío y al liberal. El Proudhon moderno es aquel que grita al igual que el Proudhon histórico, la frase lapidaria de: “Estos diputados se asombran de que yo no tenga cuernos y garras”.

Ese Proudhon moderno, que al igual que el Proudhon histórico, dedica su idea de la revolución a la auto-considerada clase media, invitándola a volver a sus raíces de obreros agremiados y comerciantes ambulantes, porque tal como lo expresa en su idea acerca de la capacidad política de la clase obrera, la emancipación del pueblo será obra del pueblo mismo. Ese Proudhon moderno, al igual que el Proudhon histórico, tiene una idea extraña y contradictoria, propia del aferramiento a su tradición, acerca de la mujer en nuestros tiempos. Y sin embargo, es la mujer proudhoniana, la artesana encuadernadora, que al igual que Natalie Lemel y Lousie Michel, dirigen las nuevas Comunas de París.
Eso es el mutualismo libertario, el que afirma que no hay mayor utopía que el pueblo mismo y que el pueblo será libre, no volviéndose un avatar super-hombre de sí mismo, sino deshaciéndose de los estorbos que obstaculizan su libre desarrollo, los estorbos de siempre: el Estado, la iglesia institucional y la aristocracia capitalista. El Proudhon moderno no odia al roji-burgués, ni siquiera al burgués mismo, sino que le invita a ver en el pueblo ignorante y alienado, la verdadera fuerza revolucionaria que logrará por fin, que toda acción en la calle, todo lanzamiento de piedras, toda bomba molotov, toda consigna y toda canción punk, todo acto de no-cooperación y desobediencia civil, no sean más, una empresa inútil. El Proudhon moderno sabe, que no hay mayor revolución, que la reciprocidad, la mutualidad y el principio federativo, asumidos y asimilados por la misma sociedad civil. Cabe mencionar que, por coherencia, el Proudhon moderno no dirige las masas populares, sino que pregunta y se capacita en el seno popular, aprende más de lo que enseña y en una suerte de introspección socrática, alienta al pueblo a dirigirse a sí mismo. Esa es la lucha de clases que el anarquismo está llevando en su interior, el Proudhon moderno contra el roji-burgués, pero no en un acto de eliminación, sino en una invitación sincera a la cooperación y el apoyo mutuo.

El roji-burgués dirá que intentamos revivir un zombi, que el mutualismo libertario está muerto, vaya espejismo propio de su formación cerrada y fundamentalista. El mutualismo tal vez se fue de Europa, de acuerdo, pero nunca murió, permaneció en el corazón de todo el movimiento anarquista, sobre todo y en especial, en las ideas agoristas, situacionistas, cooperativas, tuckerianas, georgistas y del anarquismo sin adjetivos. Porque el mutualismo no es una rama del anarquismo, al contrario, el anarquismo es hijo del mutualismo, el mutualismo es radicalmente viejo y radicalmente nuevo, existe desde las guildas medievales hasta las comunas anarquistas, ser un mutualista libertario es solo una de las mil formas que ha tenido el movimiento mutualista a lo largo de la historia. ¿Por qué tiene ese éxito silencioso? Porque no llena el discurso de nuevas humanidades y porque está en constante evolución, sin jamás traicionar sus principios básicos. El mutualismo es el punto exacto entre la coherencia y el anti-dogmatismo. Prueba de ello es otro hecho histórico: ninguna rama del socialismo, incluso del socialismo anarquista, ha sido obra y diseño de la clase obrera por sí misma, siempre se ha necesitado de la dirección de la academia, la burguesía o el partido político. Excepto una, sí, existe una rama del socialismo que fue, es y será propia de las masas populares, el mutualismo.

Aunque en el fondo de mi corazón y lo que mi limitada razón indica, espero que el mutualismo sea la consecuencia lógica de lo que voy a proponer, porque no es el mutualismo mi propuesta final, caería en la misma actitud mesiánica que he criticado a lo largo de este texto, sino que mi propuesta final es: deshagámonos de la soberbia intelectual y actitudes burguesas que nos hemos autoimpuesto y empecemos a escuchar a la masa popular. Porque vuelvo y repito, no hay verdad más grande que haya encontrado el anarquismo, que la que indica que la emancipación del pueblo será obra del pueblo mismo.

¡Salud y Libertad!

Escupido y firmado,
Daniel X.